Trípoli, 26 de abril de 1289. La ciudad,
hasta entonces en manos cristianas, lleva más de un mes sitiada por las
tropas sarracenas del sultán Qalawun. Las autoridades de la ciudad,
gobernada por Lucía de Trípoli, habían sido advertidos del peligro por
Guillermo de Beaujeu, Gran Maestre del Temple, pero su aviso cayó en
saco roto. A pesar de los refuerzos recibidos (tropas hospitalarias,
templarias, francesas y chipriotas), dos de las torres principales
–entre ellas la del Hospital– han caído ya y los que todavía pueden,
huyen antes de caer bajo el temible filo sarraceno.
Doña Lucía, los mariscales del Temple y
del Hospital, así como el Senescal de Jerusalén, Sir John de Grailly,
logran escapar por mar. El resto de la población, que no quiere o no
puede escapar a tiempo, espera con resignación su inminente final.
Mientras la mayor parte de los defensores han huido, desatendiendo sus
puestos, unos pocos valientes intentan resistir los ataques de las
tropas de Qalawun. Entre ellos, dos caballeros vestidos de blanco y con
una visible cruz roja sobre su hombro izquierdo: los templarios
españoles Pedro de Moncada y Guillermo de Cardona. El primero de ellos,
catalán de nacimiento, había ocupado el puesto de Maestre provincial de
Aragón entre 1279 y 1282. Los dos caballeros pelean fieramente, espada
con espada, pero las brechas abiertas en las murallas dejan pasar sin
problemas a las huestes musulmanas y los templarios sucumben sin
remedio.
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