Motines, encamisadas, cenáculos, cultura, bailes, disidencia, religiosidad, activismo social, abordajes y pensamientos corsarios desde la otra orilla del Guadalquivir, un islote de rebeldía y libertad.

domingo, 3 de febrero de 2013

San Hermenegildo

El reino visigodo alcanza su apogeo con Leovigildo, que asocia al gobierno a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, con el fin de asegurar la continuidad de la monarquía en su propia familia. Recuérdese que la monarquía visigoda era electiva según principio germánico.
La aspiración fundamental del gran rey visigodo era la unidad política de Hispania, y creía que la sola base sólida de ésta estaba en la unidad religiosa.
No andaba equivocado en tal visión; pero sí lo anduvo en el enfoque de la unidad religiosa a base del arrianismo. Los visigodos vinieron a España arrianos y la diferencia de religión ahondó la división que había entre dominadores y dominados, germánicos e hispano-romanos.
En la misma Casa real había una católica: Ingunda que en el año 579 se había casado con Hermenegildo. Para terminar con aquel malestar doméstico, Leovigildo decide que el matrimonio Hermenegildo-Ingunda se traslade a Sevilla, donde el monarca necesita un representante de toda confianza.Su corazón de esposo amante acepta los consejos de Ingunda, que le llevan a tratar con el entonces Obispo de Sevilla, San Leandro. A través de este trato llega al conocimiento de la falsedad del arrianismo, que niega dogmas tan fundamentales como la divinidad de Jesucristo, y la naturaleza de la Santísima Trinidad, viendo cómo la verdad está en toda su plenitud en el catolicismo.




Es entonces cuando abjura el arrianismo para abrazar la fe católica. La noticia de la conversión de Hermenegildo llega a Toledo, consiguiendo exasperar a su padre que intensifica sus iras para contrarrestar el movimiento hacia el catolicismo que podía seguirse de aquel hecho. Mas todo fue inútil. 

En la provincia Bética todos los ciudadanos se agrupan en torno a Hermenegildo, en quien ven al defensor de sus ideales religiosos y políticos. La postura de aquellos católicos se hace belicosa, imponente. El príncipe se lanza a la guerra contra su padre. Es la libertad de los católicos en la profesión de sus creencias la que está en juego, muchas ciudades y castillos se han declarado en favor de Hermenegildo, a la vez que sus embajadores buscan la ayuda de los suevos, de los francos y bizantinos, todos ellos pueblos católicos.
Pero Leovigildo no está dispuesto a tolerar la rebelión de su hijo, el príncipe se prepara para la defensa; pone a salvo a su mujer y a su hijo en territorio bizantino, y al frente de los suyos resiste heroicamente en Sevilla hasta que, caída la ciudad, escapa a Córdoba, donde se acoge al asilo de un templo.
Parece que aquí es donde interviene su hermano Recaredo, que le ofrece, en nombre de su padre, la conservación de la vida, si se entrega. Acepta Hermenegildo quien, convertido en prisionero, va a parar a Tarragona, en cuya cárcel es coaccionado para que abrace nuevamente el arrianismo. No cede la firmeza del príncipe, que se mantiene fiel a su fe y muere asesinado.




Sucedía esto en el año 585, y no se hizo esperar el fruto de aquella sangre vertida en defensa de la fe católica. Antes de un año, en el 586, fallecía Leovigildo animando a su hijo Recaredo que se convirtiese al catolicismo, cosa que hizo inmediatamente.
A los cuatro años del martirio de Hermenegildo, todo el pueblo visigodo abjuraba solemnemente del arrianismo, con lo que se conseguía aquella unidad religiosa que Leovigildo tanto deseaba.