Primero fueron dos niños, los hermanos Mattei, quemados por ser hijos de un dirigente local del MSI. Dos años después caía asesinado a golpes el estudiante del FUAN, Caravella Mikis Mantakas. Le seguirían durante los años siguientes Mario Zichieri y Bruno Giudici. Pero habría que esperar al año 1977 para que la izquierda diera un importante golpe contra el ambiente identitario romano.
Eran las 18:20 horas de la tarde del día 7 de enero de 1978. Tres jóvenes miembros del Frente de la Juventud del MSI regresaban de un concierto del grupo de música alternativa “Gli Amicci del vento”, hacia su sede local de Acca Larenzia, en el popular barrio romano de Tuscolino. En las inmediaciones de dicho local les esperaba un comando izquierdista que abrió fuego contra ellos, causando la muerte inmediata de Franco Bigonzetti, estudiante de medicina de 20 años y heridas de gravedad a Vincenzo Segneri y Francesco Ciavatta, estudiantes de 18 años. El primero pudo refugiarse tras la puerta blindada de la sede, el segundo sería rematado por la espalda mientras intentaba huir ya gravemente herido. El comando terrorista bajo las siglas Núcleos Armados de Contrapoder Territorial reivindicaba el atentado.
Tras conocerse la noticia, miles de jóvenes tomaron las calles de Roma en actos de protesta por el atentado. En el marco de dichos disturbios caía asesinado de un tiro en la frente Stefano Recchioni, de 19 años, miembro de la sección de Colle Oppio del FdG y guitarrista del grupo “Janus”. El autor de los disparos fue el capitán de carabineros Eduardo Sivori, absuelto de cualquier cargo posteriormente. Justo un año después, en el curso de una manifestación de protesta por el atentado y sobretodo por la pasividad estatal ante estos hechos, muere también abatido a tiros por la policía el militante Alberto Giaquinto de 17 años, también su asesino fue absuelto sin cargos.
Los asesinatos de Acca Larenzia marcan el inicio de los llamados “años de plomo”, una época en la que “matar a un fascista no era delito” y en la que las sedes de las secciones juveniles del Movimiento Social Italiano eran poco menos que fortines militares en alerta permanente. Los asesinatos por parte de la izquierda ante la pasividad y en ocasiones complicidad estatal continuarán, y muchos miembros del Frente de la Juventud y del FUAN, siendo conscientes de que comunistas y democristianos eran enemigos por igual, se verán envueltos en una vorágine de sangre y violencia en muchos casos sin retorno.