Ese muro de cal, lindo
espejo
en que araña su luz la madrugada,
de
infame gloria y muerte blasonada
coagula y alucina alba y
reflejo.
Para siempre jamás. La suerte echada.
El grito de la boca en flor
rasgada
-en el cielo, un relámpago de espada –
y,
opaco, en tierra, el tumbo. Después, nada.
Y ahora es el
reino de las alas.
Huele a raíces y a flores.
Y el decirme, decirte
con tu sangre lo que sellas.
Por ti,
porque en el aire el nebli vuele,
España,
España, España está en pie, firme,
arma al brazo y en lo alto las estrellas.